Cerdeña, la isla bonita

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Cuenta la leyenda que cuando los primeros árabes divisaron la isla de Cerdeña, decidieron llamarla Al-Gar, la isla, en su idioma. De ahí proviene el nombre de Alghero, una de las ciudades con mayor importancia histórica de Cerdeña.
La isla de Cerdeña no se asemeja a ninguna zona del Italia, España o Portugal. Es como un mundo aparte, y al viajero le sorprende la poca densidad de población de la isla que se traduce en una tranquilidad y un sosiego difíciles de encontrar en otros puntos de Europa.
La historia de Cerdeña se remonta a la antigüedad. Habitada en tiempos prehistóricos se han encontrado numerosos restos humanos y fortificaciones del periodo denominado nurágico. Cerdeña fue después una colonia fenicia, cartaginesa, griega y romana. Su importancia en el comercio mediterráneo hizo que fuese invadida y ocupada por vándalos, bizantinos y berberiscos, hasta que a partir de 1259 pasó a manos de la corona de Aragón. El Papa Bonifacio VII concedió Cerdeña a Jaime II de Cataluña y Aragón, a cambió de su renuncia a la isla de Sicilia. Durante varios siglos Cerdeña, sobre todo la ciudad de Alghero, recibió una clara influencia catalana. Como consecuencia de la misma, todavía hoy en día parte de la población de Alghero habla catalán.
En el año 1720 Cerdeña pasó a manos de la casa de Saboya y en los años 1847 y 1848 se incorporó al Piamonte para llegar a formar parte del reino de Italia a partir de 1861.

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La costa de Coral

Alghero y sus alrededores son conocidos por el sobrenombre de la costa del Coral. El centro histórico de Alghero es un recinto amurallado que posee numerosas iglesias y monumentos construidas por los catalanes. Algunas de estas edificaciones son replicas de iglesias de Barcelona; esto unido a la distribución de las calle y a los nombres en catalán que todavía se conservan hacen de esta ciudad un lugar curioso, donde todavía perdura la memoria catalana.
Cerca de Alghero enseguida nos encontramos con extensas y solitarias playas. El lugar más concurrido son los alrededores del cabo Caccia, un imponente acantilado que se destaca sobre el azul intenso del mar, y que viene a ser como el punto de referencia de los navegantes que ponen proa a Alghero. Cerca del cabo se encuentran las grutas de Neptuno. El acceso a las cuevas puede hacerse tanto por tierra, como en embarcación desde Alghero. Las cuevas, son realmente excepcionales, sobre todo si se tiene en cuenta el entorno donde se ubican.

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En el extremo norte, más allá del cabo Caccia se encuentra la isla de Asinara y la playa Pelosa, una de las más concurridas por los lugareños.
En la costa norte, pequeñas poblaciones como Stintino ofrecen al visitante la posibilidad de comer en terrazas frente al mar y disfrutar de las especialidades autóctonas.
Algo más hacia el noreste la población de Castelsardo se erige en un pequeño promontorio frente al mar. Esta población es famosa por su flota pesquera y por la artesanía. Calles empinadas y estrechas se entrecruzan en un escenario donde las múltiples iglesias nos recuerdan la devoción a la Virgen María de los hombres del mar
Si por el contrario seguimos desde Alghero la costa hacia el sur nos encontramos, a unas treinta millas con la población de Bosa, donde sobresale su castillo amurallado en lo alto de la colina. La ciudad de Bosa se alinea en la orilla del río Temo. Las barcas de pescadores remontan la corriente y amarran a las puertas de la ciudad.

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La costa esmeralda

Al noreste se extiende la Costa Esmeralda El lugar más hermoso, pero también el más caro, que halla en Porto Cervo su máxima expresión. Porto Cervo y sus alrededores concentran la mayor parte del turismo de lujo. Aquí se da cita la aristocracia europea y, durante los meses de verano, son los yates, los clásicos y renovados veleros, los que componen el paisaje.
El archipiélago de las islas de la Magdalena, el parque Nacional homónimo, justo en la boca sur del estrecho de Bonifacio que separa Córcega y Sicilia, es el lugar más atractivo de la isla en cuanto a paisajes marinos y playas paradisíacas.  En un espacio natural protegido se encuentran una serie de pequeñas islas, Santa María, Spargi, Budelli  y Razzolli de arena rosada y aguas azul turquesa.
Para visitarlas será necesario realizar un pequeño crucero desde Porto Cervo, o desde Santa Teresa di Galura.

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Barbagia y Cagliari

Las montañas de Barbagia en el interior, la provincia de Cagliari, junto con la capital del mismo nombre, ocupan el centro y el sur de la isla.
En el valle de Lanaittu se encuentra el Templo Sacro de Sos Carros, el más antiguo yacimiento del nurágico, la forma de civilización antigua exclusiva de Cerdeña, y la Gruta del Bandito Corbeddu donde recientemente el paleontólogo holandés P. Sondar ha descubierto los restos del hombre más antiguo de la isla.
Cerca de aquí se encuentran las cascadas de Su Golgone, donde se elabora el pan carasau, requesón fresco, miel de abeja y un estimulante vino blanco.
Más al sur se encuentra la extensa llanura de Campidano, antesala a la provincia y a la ciudad de Cagliari.
En localidades como Uta, Samassi, Sardara o Assemini se encuentran interesantes iglesias medievales; en Sanluri y Siliqui se emplazan castillos de la misma época, y en Sardara se puede visitar el pozo nurágico de Santa Anastasia, una de las joyas arquitectónicas de esta época.
Cagliari, la capital de Cerdeña fundada por los fenicios alcanzó durante el Imperio Romano su máximo esplendor. Conviene visitar las muestras de cerámica en el centro histórico, así como la catedral de Santa María, la iglesia de la y la torre de San Pancrazio.
Cerca de Cagliari se encuentran algunas de las playas más hermosas de Cerdeña. Para ellos será necesario alquilar un coche y moverse por el litoral un poco al azar. Pula y Nora son por su lado dos ciudades romanas que se encuentran a unos pocos kilómetros al sur de Cagliari y que conviene visitar dado la belleza del paraje donde se ubican.
En realidad, toda la isla está salpicada de agradables sorpresas. Si se tiene la oportunidad de disponer calma y mucho tiempo, el descubrimiento de los rincones y playas de la isla puede llegar a ser fascinante.

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